Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


viernes, 16 de julio de 2021

Crecer, ese bonito malestar.

En realidad es sencillo: el tiempo lo destruye todo. 

De una manera indiferente e implacable. 
Sin distinciones. 
Sin apenas darte cuenta. 
Incluso de una forma un tanto poética:

La primera decepción. 
El primer instante de manos inexpertas y muslos pubescentes bajo las luces temblorosas de una noche cualquiera. 
El romance fallido.
La dieta fallida. 
El reproche fallido. 
La esperanza que, caprichosa, se coló ayer por la ventana y pellizcó tu corazón. 
El tren que partió al mediodía. 
Los sueños rotos de la infancia. 
La alegría, el despecho, la nostalgia, la inocencia, las drogas que te fumaste. 
El profundo agujero negro en el que caerás mañana. 
Los días, las semanas, los meses que pasarán hasta que te cerciores de que nadie va a venir a salvarte de nada.
La agónica carencia de oxígeno, la insoportable quietud que te empuja una y otra vez a estrellarte los sesos contra la pared. 
Voces de alarma, sirenas de ambulancias, ventiladores pitando. 
Las mentiras que dijiste. 
Todas las veces que te mintieron. 
El perdón que nunca supiste pedir. 
La disculpa que jamás llegó. 


En serio, de verdad, el tiempo se lo folla todo.


El tiempo es un hermoso aliado.






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My madness keeps me sane.