Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


viernes, 12 de junio de 2015

Dime, ¿cuándo fue la última vez que te quisieron tanto?



Me gusta la gente con ese átomo de locura que hace que la existencia no sea monótona, aunque sean personas desgraciadas y estén siempre en las nubes, como yo. Personas que, según mi familia, son calamidades indeseables.

Me gusta la gente con la que reírse no es un delito y con la que puedo sentir que la vida tiene un sentido y no es necesario estar torturándose a cada instante por la sociedad que nos rodea.


Me gusta la gente feliz. La gente que no tiene más sonrisa porque no le cabe en la cara, a la gente que le palpita el corazón cuando mira a otra gente, que se emocionan, que se ilusionan, que quieren comerse el mundo por las mañanas y no dejan que nadie se los coma.


Me gusta la gente que se sonroja cuando la miro, como tú.

La gente que se emociona cuando la toco, gente que me deja entrar en su universo.

Algunas personas fascinan con besos, con palabras y con un tacto que excita hasta la materia más ciega. Son seres humanos que palpitan con la vida sin permitirse descanso.


No existe otra forma de crecer, creo. Y aunque me guste la gente así, llegar a alguien no siempre es fácil.


Lo peor aparece cuando tú llegas a alguien, 

y ese alguien llega
sólo para irse.








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My madness keeps me sane.