Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


lunes, 12 de septiembre de 2011

Puedo bajar el telón

A veces aparecen los fantasmas y te apresan con esa mirada de hace tantísimo tiempo. Y tú la aguantas y finalmente ganas: él la baja y se pierde en el aire. Me acuerdo de que me encantaban sus brazos, porque me sostenían cuando me caía y me hacían fuerte. Me acuerdo de ese peculiar olor suyo a fragancia y tabaco. Nunca pude olvidarme de aquel olor hasta que me partió en dos. E incluso después de ello buscaba por las esquinas ese mero desecho del pasado. Incluso intenté fumar para volver a tenerlo cerca. Pero nada de eso funcionó, porque esas cosas nunca funcionan y jamás lo harán. Me acuerdo de su risa y de sus payasadas, porque era un payaso. Me acuerdo de cómo me hacía reír y me acuerdo de algunos instantes tirados en la cama. Y de aquella habitación y de aquella frase que yo nunca olvidaré aunque tiempo después la quisiera borrar de todos los rincones en los que estuvo. También me acuerdo de que siempre llevaba las llaves en las manos y no podía parar quieto. Igual lo sigue haciendo, pero ya no me importa. Desapareció. Por eso se convirtió en un fantasma. Pero no era un fantasma de esos de ahora vestidos de blanco y de rojo, él es un fantasma que me encuentro a diario, y cuando le miro, después de tantos errores, sólo puedo alegrarme de esa sensación de felicidad que me invadió cuando, por fin, se largó y me dejó en paz.

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My madness keeps me sane.