Existen momentos en los que se caen todas las expectativas que esperabas conseguir. Son momentos muy amargos que pretenden romperte en trocitos hasta dejar desecha tu existencia. Tú sabes que la probabilidad es siempre una falsa amiga, pero aún así tienes miedo; un miedo que sucumbe a todas las ideas de tu cabeza y te hace retorcerte de dolor. Y en esas milésimas de pánico incluso rezas. Y vuelves a creer en todo. Y lloras. Y anhelas ser otra persona o simplemente pides que aparezca de una vez ese gran hecho que te salvará la vida. Y entonces sólo queda esperar. La espera es lo más insufrible que yo he conocido jamás. La incertidumbre. El no saber. Lo único que notas es que debes tranquilizarte, al menos sino quieres morir de angustia.
Y algo resurge de sus cenizas y te acecha, y finalmente consigue derribarte. Culpabilidad. Sólo queda aguantar otro tramo más, hasta acabar muriendo o terminar esa puta agonía.
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