Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


sábado, 22 de octubre de 2011

Vivir sin miedo

Y la pregunta clave es: ¿Porqué no te gusta decepcionar?

Y así son las cosas, ¿no? Hay cosas que ocurren mientras te llueve encima, ya que al fin llueve. Y a mi me sigue encantando ese olor y ese frío que te congela el alma. Es bueno que te congele el alma porque así no puede torturarte. Oh si, las almas son propensas a ello; cogen los sentimientos, los estrujan como una naranja y los desechan sin siquiera haber obtenido un vaso de zumo. Así vienen y van los recuerdos que sabes que no volverán. Hay alguien muy especial que quiere saber hoy de ti, y tú simplemente quieres escuchar sus miradas. Yo tengo miedo de que se volteen las cartas, las cosas cambian, quizá deje de quererme por mucho que diga y repita que no sucederá, y es normal, ociosamente anormal sería que no lo hiciera. Yo tengo miedo de tener miedo, de temer que se vaya porque esa es una sensación horrible. Miedo de no saber qué será de ti, miedo de hundirme, pero de hundirme sin él. No sé, es miedo de la vida, miedo de lo que vendrá, miedo de lo incierto que es el destino y de los palos que te puede llegar a dar. Miedo de decepcionar, ese es mi peor miedo, no me gusta decepcionar, no lo soportaría. Si, es cierto, yo soy buena en eso de soportar el dolor, en cambiar de idea, en hacer tonterías, en liarla a ratos y arrepentirme después, yo soy buena en muchas cosas no tan buenas pero así soy yo. Y a mi me gusta que vengas y no me agobies, que no me digas si eso está mal, si eso está bien, si es así o no lo es, ya sabes que yo nunca pienso lo mismo dos veces seguidas. A mi me gusta que me hables así, que busques entre los escombros de mi alma en busca de algún tesoro perdido. Quién sabe, quizá encuentres alguno, hace mucho tiempo que no voy por allí.


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My madness keeps me sane.