Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


martes, 24 de abril de 2012

Puede matarte y devolverte la vida.

¿Quién me contó que los cuentos nunca terminan? Mentira, verdad, a la par. Cuando los cuentos acaban, después de ese ''fueron felices y comieron (que por cierto, yo nunca lo he hecho) perdices'', no hay un fin, no hay un se terminó, no hay una lejana voz en el olvido que cierra y rasga las hojas de los libros. La historia sigue. ¿Y cómo? Todavía no lo sé, ni siquiera puedo creerlo aún. ¿Cómo puede durar lo bueno tantísimo tiempo? o ¿Porqué cambian las cosas cuando están bien? Ojalá no se terminen nunca mis historias, que no quiero decir mis cuentos. Ellos ya sí se acabaron. Y así como empezaron se transformaron en meros recuerdos. A mi me gustan más las historias, quién sabe porqué. Quizá por los amaneceres, porque las historias me despiertan en mitad de la noche y me besan la frente, y agarran y me abrazan. Los cuentos no hacen nada de eso, sólo hablan y hablan y rápidamente te engañan. Y ellas, así en un susurro que encoje tu alma, se apoderan de ti y consiguen hacerte volar.
Y a mi eso de volar
(y mojarme)
es de lo que más me gusta.

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My madness keeps me sane.