Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


sábado, 31 de julio de 2010

Lo que te conté mientras estabas dormida

Comencé a explicar cosas absurdas de las cuales me sorprendió no oirte reír. O un leve asentimiento. Y luego constaté que estabas dormida. Parecías un angel. Pequeña. Con los ojos cerrados. Y simplemente hermosa. Bonita. Un angel con pijama de lunares de colores. Y estuve un rato observandote. Y pensando. Pensé en aquellos días. Y en los pequeños detalles que harán de esos recuerdos un anhelo de brisa de mar y planes pícaros. Y reí un poco pero ni siquiera te moviste. Y luego, mirando a la oscuridad, ya que sólo podía percibir una leve luz clara de la ventana tapada por esa cortina azul, me puse a hablar. Y una sensación de calidez invadió mi alma. Sabía que nadie me escuchaba, sólo yo misma, pero aún así, que estuvieras así me permitió desahogarme. Sabía que no serviría para nada. Pero pese a eso me sentí realmente bien. Y hablé durante algún tiempo en mitad del silencio oyendo lentamente tu respiración. Hablé del mar, de nosotras, de aquellos pequeños defectos de la gente, de lo que me frustraba, de lo mucho que quiero a ese que me daba toques una y otra vez todas las noches, hablé del balcón de Europa, y de la arena de la playa y de aquella sensación. Y de aquel suspiro que emitimos cuando el último día nos calzamos para despedirnos de la playa y de aquel paisaje que no observaremos más. Al menos no pronto. Al menos, no yo.
Y tambien me puse a explicar aquella sensación que recorre mi cuerpo cuando me besa, o simplemente el contacto con su piel. Y te hablé de el y de su forma de ser, y luego me cansé y pasé a describirte aquel recuerdo que supusiste como falso. El de mis primos en aquel lugar bañandonos en el río. Ese. Ese de mi vida de mentira y de mis padres y el dinero falso que invertieron en afianzarme unos recuerdos. Ese y algunos más. Y te miré un rato simplemente sonriendo. Y te dí las gracias. Gracias. Por cada instante y cada palabra. Por cada risa y estos días. Por evadirte conmigo y perder la noción del tiempo, y por las no-llamadas y todos los: ¿Para que te lo vas a llevar? Si no te va a llamar nadie. Al menos a mí no. Y por cada canción que me has enseñado. Y por lo de... ''Di-gi-mon''. Y por buscar un nombre a aquel desconocido llamado Miguel Angel que quizá nunca encontraremos. O quizá sí. Y por los paseos en la playa. Los largos paseos en la playa. Los paseos larguísimos en los que apenas se notaban las horas. Y con algún gesto de dulzura me dormí a tu lado. Me dormí hablando sobre cosas de nuevo estúpidas que ni siquiera yo entendía bien, simplemente rafagazos de lucidez en un trance de sueño. Allí. Me dormí placidamente junto a tí. Pero instantaneamente me moví como si fuera una croqueta, y supongo que cuando abriste los ojos estaba lejos. Bueno, pasé la noche a tu lado. Como todas aquellas noches. De nuevo. A tu lado. Contigo. Hablando. Riendo. Y diciendo: ''Que calor que hace'' y tambien asegurando que ''este niño'' no duerme por las noches, y dando toques a las siete menos veinte de la mañana. Y gracias. Haciendo que cada segundo me permitiera olvidar que existe un mundo del que preocuparme. Y del que agobiarme. Y comencé a explicar cosas absurdas mientras estabas dormida. Y mientras dormías, ahí, hablando, sentí ese resquicio de libertad eterna que solo percibo a veces, cuando me siento realmente feliz.

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My madness keeps me sane.