Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


viernes, 8 de octubre de 2010

Come on!

Asomé la cabeza por encima de las sabanas notando un aire frío que congeló mi nariz a los pocos minutos. Hora de levantarse. Nuevo día. Nuevos retos. Nuevas horas que llenar con energía y entusiasmo. Sin embargo, algo de pereza. En la cama se está muy calentito. Además, el mundo de los sueños ciertas veces es mejor que el real. Suena el despertador. Alzas la mano y lo apagas. Sonará de nuevo y lo sabes, pero aún así quieres que esos instantes se estiren como un chicle y poder disfrutar de esa calidez debajo de las mantas. Y suspirar. De nuevo ese pitido agudo que te alerta del tiempo. Es tarde. Un poco más. Unos segundos más.
Se abre la puerta y alguien te susurra que vas a llegar tarde. Lo sabes, solo unos poquitos minutos más... y de repente... te levantas... y sentado en la cama observas el dormitorio y la dichosa hora que sin saber porqué demonios corre tanto por las mañanas. Bostezas. Vamos. Es hora de enfrentarse al mundo. Hoy será un buen día. Lo presiento. De no ser así, la cama me abría dejado ir más fácilmente.

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My madness keeps me sane.